25.9.09

II/La Carta; El miedo a la identificación “excesiva”.

Quédate con lo que quieras, empácame incluso. Un atardecer brillante, todo lo que pueda ser mío, arrójalo al mar y que los barcos que duermen sean testigos. El radio habla de muerte, ignorancia, el tiempo se detiene, pero recuerda, todo es ductilidad fantasmática.
Pero yo hablaba del equipaje, pues no ha sido cobardía mi querido amigo, ¡¡no!! Paralelos opuestos, definitivamente.
La carta; en ella dice que la muerte no fue la mía... (¿Identificación simbólica?) Alguien estaba solo, en ese lugar, o fuera del mismo... eso es irrelevante, eso está lisiado...
En La carta una dirección, una jabón con lo que podría llamar la omisión de una llave y una cajita roja de cerillos.
La dirección me fracciono en rumbos casi caducos. Aquella casa, humedad, el reino fungí en formas sorprendentes... en general, mi querido amigo, todo estaba en perfecto estado, pero cubierto de aislamiento, desolación y cesión de vida. Impresiones a-temporales.
Proseguí cuarto por cuarto. ¿Que buscaba? acaso advertir la fugacidad en dosis legales pensé, cuando una puerta con la llave en la cerradura, casi prístina, hipótesis Interdimensional, horado mis pensamientos. Ahí, inmóvil me contemplaba. El titubeo no me duro mucho, abrí. Un cuanto iluminado con ventanas de bosques, ¿Dónde me encuentro? (¿La Realidad? El nacimiento como el inicio de la descomposición)
La carta dice que la muerte no fue la mía, reafirmación del deseo y la capacidad de morir... “La idea obsesiva de que aun puede haber prisioneros de guerra con vida en Vietnam, llevando existencias miserables, olvidados por su propio país”.

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