Son las 4:00 p.m. si no me equivoco. Me encuentro sobre miguel ángel en la parada del camión de carrillo puerto esperando a Manuel. La cita no fue muy largamente acordada, al contrario, solo nos llevo, o en el mejor de los casos, le llevo un minuto acordar el día, la hora y lugar del encuentro. No tengo ni la más mínima idea de si vendrá o no, es tan extraño llegar puntual. Cuando no lo hago –que es el caso en general- me siento –entre mi molestia por la hora ya tan recorrida- segura de que al llegar, alguien estará esperando pero en esta ocasión, de alguna forma se que va a llegar.
Son las 4:00 p.m. si no me equivoco. Ahora tal ves sean las 4:15 o 4:20. Miro a mi alrededor y no encuentro ningún rostro conocido, pero es de notar que la gente es extrañamente observadora y entre ello discrimina. Se miran unos a otros comparando lo visible y así emiten un juicio de lo poco que una mirada, unas de estas, calificativas, puede dejar.
De nuevo, alzo la mirada y Manuel no llega.
Hay una señora detrás de mí que evidentemente se encuentra agotada, espera al camión que le acerque a su casa. No dudo que todavía al llegar a ella tendrá mas labores domesticas por ejecutar, tal vez hijos o un marido igualmente cansado. Su cabello ya teñido de un color gris reciente, asegura que ya son años de cansancio, y se que si la miro a los ojos encontrare tristeza, melancolía e insatisfacción. Ella mira al vació sin encontrar nada en él. Sus manos lucen viejas y sus zapatos están gastados. Porta ropas poco elegantes pero si muy practicas para el trabajo.
3 taxistas me miran. Que molestos son los adultos. Hombres laborando.
Manuel aun no llega, creo que no seria mala idea levantarme y moverme un poco, tal vez este por aquí sentado muy cerca, pero fuera de mi campo visible.
Un tipo mira a 4 chicas que evidentemente quieren llamar la atención cuadrando en el estereotipo de chicas “disponibles”. La “líder” al celular, en un conjunto negro deja en claro que requiere de mostrar partes comunes y no comunes de su cuerpo para ser observada. Llega un taxi rojo y suben en el…
Manuel no llega. 4:30 aproximadamente. Podría irme a su casa o llamarle por teléfono pero creo que es un hombre puntual y organizado. Creo que debería levantarme y caminar… ah!, Manuel no llega.
En ese movimiento que decidí llevar a cabo encontré un teléfono de monedas, oportunidad para llamarle, pero para mi sorpresa el teléfono se trago mi en crédito. Camine hacia la parada, de nuevo la misma gente que cubierta de cansancio toman un recreo juzgando. Al mirar casi llegando a la parada del bus veo pasar una chamarra de piel gastada con piernas negras y cabellos largos…Manuel. Dude por unos segundos que pudiera ser el pero al correr detrás de su lejana figura encuentro con sorpresa un rostro conocido pero despistado, Manuel. Escucha su nombre tres veces pero absorto en ideas lo ve de lado y continua. Sabía que para llegar a el tendría que correr, tanto tiempo de espera y aquella canción en guitarra clásica que escuche valían la pena. Doblo la esquina y desapareció… pero no por mucho tiempo.
Al llegar al final de la calle lo nombre 2 veces y giro hacia mi recibiéndome con un cálido comentario, como siempre, fuera de lugar, “escucho voces”. Caminamos y nos percatamos de que el no venia para encontrarse conmigo pero llego y yo afortunadamente, también, a tiempo.
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